20140204

Entrada #24; plagiarismo.

Muchos no lo sabrán, pero la palabra "plagiarismo" no existe. Es una castellanización de la palabra Plagio escrita en inglés (plagiarism), utilizada aquí deliberadamente para llamar la atención del probable lector.

El motivo de las entradas que, a partir de ahora, se titularán de esta manera, es la de exponer las similitudes existentes entre las obras de artistas profesionales internacionales y las de artistas emergentes canarios. Sean estas casuales o explícitamente planeadas y consentidas. La razón es muy simple; desde mi humilde opinión de consumidor cultural estándar, considero que el hecho de que un artista emergente se nutra premeditadamente del trabajo de otros, y además lo haga gozando de la complicidad de los círculos artísticos a los que tiene acceso, es poco menos que denunciable. Siendo consciente de que esta práctica es habitual en academias y facultades o centros formativos, he de decir también que es responsabilidad de ese artista saber los límites, y madurar en su proceso y su estilo, buscando su lugar en el mundo, y no rapiñando el de otros, a los que en frío seguramente "se las pele", pero que a su vez casi seguro que no les haría gracia que un chiquillo esté enriqueciéndose a costa de copiar hasta el último detalle su estilo personal, su inversión en años de búsqueda por una seña de identidad propia. Ahora, llámenme retrógrado.

Aclararé también que el nombre del artista profesional será dicho, pero no así el del artista emergente. Creo que será más divertido para los que abran los ojos al plagio vil y consentido adivinar de qué persona se está hablando. Teniendo en cuenta las similitudes, estoy seguro que muchos casos serán increíblemente fáciles de sacar. Además, tampoco es de recibo que, encima, ande dándole publicidad a simples copistas con nada más que suerte y sin nada atractivo que aportar.

Dicho esto, les presento a Rowan Newton.

                                     

Newton es un pintor londinense nacido en 1982. Como tipo joven, seguramente ha gozado de las influencias de diversas tribus urbanas, surgidas a finales de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado, como el Hip-Hop. En su obra se adivinan rasgos de manera inmediata, como la importancia del género del retrato y el énfasis en las miradas. Si indagamos un poco más, veremos con detalle como combina el uso de diferentes técnicas, valiéndose siempre de lienzos en formato medio. Estas técnicas van desde el carboncillo o el pastel, para remarcar los contornos, hasta sprays de pintura plástica, los mismos que usan normalmente cualquier graffitero, o escritor (minucias propias de jerga). Otro rasgo distintivo es el uso de colores fluorescentes, lo cual ya se dirige con paso firme sobre el camino del simple y llano efectismo.

Tampoco es que haya mucho más que añadir. Resulta un tanto pueril que un chaval cualquiera se haya abierto tantas puertas por el mero hecho de pintar retratos con colores fluorescentes. Y también resulta curioso que el caso sea tan similar para el profesional y el emergente. 

El hecho de que un artista canario emergente haya decidido que lo mejor que podía hacer era volcar todos sus esfuerzos en calcar con todo lujo de detalles el estilo de otra persona es preocupante, pero admisible, siempre y cuando ese artista no pase de vender sus retratos molones de colores chillones a amigos y allegados por unos pocos cientos de euros (yo no pagaría más de 200). Lo realmente preocupante es que agentes culturales, como comisarios o profesores universitarios, no sean capaces de valorar estas copias como lo que son, simples y llanos trabajos de clase, que jamás debieron dar el paso del caballete de la facultad a las paredes de una sala de exposiciones. Y si ya el artista gana dinero con ello, como se diría coloquialmente, "apaga, y vámonos".

Después se pone el grito en el cielo porque el MoMA haya decidido catalogar al Tetris como obra de arte.

Más próximamente (si, hay más, muchos más).



        

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